Suicide es un vals desafinado en honor a la auto-destrucción. Toda una oda al talento que habita en los barrios con un canto desafiante a la vida. Durante una breve etapa hicieron florecer la palabra punk en Nueva York bajo el mantra: el arte debe provocar. Lo hicieron sin pretensiones y con un estilo único que influyó a muchos después de cabrearles. Tanto que a pesar de acuñar el término punk fueron odiados, escupidos y agredidos por los propios punks de los 70. ¿Su delito? Ser unos nihilistas destructivos e individualistas que anticipaban el futuro haciendo ruido con teclados averiados en lugar de con guitarras. Bienvenidos al auténtico punk.
Una historia de Brooklyn
Esta es una historia de unos chicos de Brooklyn y como toda historia de Brooklyn es surreal y callejera. La protagonizan dos desheredados hijos de un barrio sin esperanza en tiempos oscuros. Alan Vega era un niño inquieto, aún conocido como Alan Berkowitz, que tuvo que lidiar con condiciones de vida complicadas desde su nacimiento en 1938. En las calles de Brooklyn se crió también Rev, que llegó al mundo en 1947. Ambos tardaron en conocerse pero una vez juntos los cimientos de la música moderna temblaron.
A finales de los 60 eran dos tipos que nadie entendía. Sabían lo que era el fracaso. Convivían con él a diario. Alan era un incomprendido que había estudiado arte y física en el Brooklyn College. Creaba artilugios con basura tecnológica y generaba objetos extraños que burlaban las leyes del arte comercial con mensajes de la calle y ecos de un futuro muy turbio.
Siempre fue un tipo combativo y contrario a lo establecido. Por ello, militó en la Art Worker’s Coallition. En este grupo contestatario organizaba protestas en museos y galerías dejando entrever la gran mentira del mercado del arte.
Su principal intervención consistió en rodear el MOMA con barricadas. Pero, desgraciadamente, no le sirvió para abrirse camino en el arte y terminó como Rev, en un lugar nacido para dar amparo a seres como ellos. Por su parte, Martin Rev deambulaba por NYC tocando como percusionista en alguno de esos combos de free jazz que aspiraban a cambiar los conceptos del género sin mucha suerte.
El hogar de los artistas sin hogar
En 1970 abría sus puertas Museum: A Project of Living Artist. El ayuntamiento de NYC había diseñado un programa para fomentar las actividades artísticas en la ciudad e inauguró esta galería abierta las 24 horas donde no tardaron en coincidir yonkis, jetas y todo tipo de elementos cuya mayor talento era sobrevivir en las calles. Alan Vega pasaba tanto tiempo allí que terminó siendo una especie de conserje que abría la puerta a cualquiera que necesitara un refugio para crear o chutarse jaco.
Fue Alan, emocionado tras ver un directo de la banda de Rev, quien vio claro un camino que comenzó en un violento concierto. Alan Vega había alucinado en 1969 viendo a Iggy Pop en el Forest Park de Flushing, en Queens y quería hacer algo similar. Había estado trabajando en generar ruido creando loops y sonidos perturbados y al igual que Rev le fascinaba todo lo que fuese caótico y estruendoso. Estaban destinados a unirse en algo locamente punk, aunque ese término aún no hubiese sido inventado.
Nace Suicide
Una vez tuvieron el ruido, buscaron lo más difícil para cualquier artista: poner nombre a su criatura. La leyenda dice que Martin Rev anotó 500 nombres pero solo uno le hizo sobresaltarse. Se quedaron con Suicide. No fue, como se afirma, un guiño a un cómic de Ghost Rider llamado Satan Suicide, que curiosamente no fue publicado hasta dos años después de nacer Suicide como banda.
Sin prever la movida que iba formar, Alan Vega estampó la palabra Suicide en su chupa, lo cual se tradujo en insultos, escupitajos y algún conato de agresión por parte de los excitados transeúntes que se topaban con él y su poderoso mensaje. Una premonición de lo que supondría Suicide a lo largo de su carrera.
Como todo buen icono, eligieron una forma muy personal de vestir sacada de los despojos que encontraban en la basura y en las tiendas de segunda mano del Ejército de Liberación. El resultado fue una mezcla bohemia de beatnik trasnochado y moda de mendigo macarra. Sus chupas con brillantina o sus gorras y pantalones vaqueros ceñidos les conferían un aspecto genuino. Eran fiel reflejo de la calle.
A comienzos del 71 se encerraron a componer tras desechar la idea de usar un guitarrista o una batería convencional. Rev le propuso a Alan que en lugar de gritar susurrase como si de un Elvis dopado se tratase y se concentró en arrancar sonidos demoniacos a su teclado Wurlitzer. Siguiente paso: dar un concierto en su antro favorito, el Museum of Living Artist. Era el único lugar donde les dejarían tocar gratis o al menos sin la necesidad de una buena audiencia que invirtiese en birras.
Sudor, sangre y Suicide
El resultado de aquel concierto era de esperar. Mesas y sillas volando, gente chillando, los músicos enfrentados con el público y un pifostio marca de la casa. Había nacido Suicide. No fue algo aislado pero la primera vez todo es más intenso. Tengo ganas de suicidarme, dijo Alan después de arrojar a la basura sus instrumentos presa de una hostia de realidad. Aunque, como todos los soñadores se reconcilió con su sueño y decidió arrastrar a Rev al siguiente antro.
El Gaslight au Go Go tenía solera. Se decía, como de tantos sitios, que Hendrix había tocado en él. Tres minutos después de comenzar, la dueña, escandalizada por lo que veía y oía, bajó los plomos y les mandó a la puta calle. Su siguiente concierto, en el Ungano’s, no fue mucho mejor. Los parroquianos del lugar habituados a los shows de Iggy Pop o Capitán Beefheart no estaban en la onda de Suicide ante lo cual decidieron tirarles un vaso iniciando una pelea monumental que terminó con la poco amable invitación de la dueña del bar a que no volvieran por allí en su vida ni aunque fuese a tomarse una copa.
Sin un dólar en el bolsillo, ambos vagabundeaban por Manhattan sin relativo esfuerzo. Vivían al día pero aquel Nueva York era asequible para gente como Suicide. En 1972 apenas ofrecían unos escasos conciertos al año para audiencias minúsculas y enfurecidas. Alan vendía sus obras a sus contactos dentro del arte underground que eran parte mayoritaria del público de la banda. Aunque, la mayoría de la comunidad arty de la ciudad consideraban su música demasiado vulgar.
El verdadero punk
A comienzos de los 70, Suicide ideó el término Punk que había seducido a Alan Vega después de leerla en un artículo de Lester Bangs. Sin saberlo, habían creado un género a través de una palabra que tendría mucho que decir durante la siguiente década. Punk, Funk and Sewer Music rezaba el póster del concierto en el Mercer’s Oscar Wilde Room el 19 de octubre de 1972. Aquella primera noche oficial del punk no pasó desapercibida y al calor del estruendoso término comenzó a llegar público. El cabreo de la concurrencia ante los ruidos extraños de los Suicide les confirieron un nombre en el underground. Los macarras más auténticos querían ver al dúo al que todos querían dar de hostias.
Esa vibra salvaje fue la que atrajo al tótem de la música de NYC en los 70: Los New York Dolls. Los Dolls les invitaron a telonearles por primera vez el 11 de febrero del 73 en su antro preferido, el Mercer’s Arts Center. Era una fiesta de San Valentín y la gente no fue precisamente amorosa con los Suicide. Los fans de los Dolls eran disonantes con ellos, algo que alimentaba su creatividad a base de odio y desprecio.
Se llevaban bien con los Dolls y tocaron juntos en diversos directos. A diferencia de ellos no tenían pasión alguna por las drogas. El motivo: éramos demasiado pobres hasta para comprar drogas. Sin mucho donde elegir, tocaban en cualquier lugar sin importar el tipo de audiencia o el aforo. Un tiempo después, el promotor Peter Crowley les fichó para una residencia en el Mothers, un bar gay situado en West 23rd St. Durante este periodo su sonido fue evolucionando, haciéndose más audible y sus fans pasaron a formar un espectro mayor alejado definitivamente del rollo arty.
Durante ese año 75 consiguieron un contrato para un bareto trans en East 4th. El Club 82th tenía visitantes ilustres como como David Bowie y Lou Reed, aunque, allí tampoco recibieron caricias. La drag de 2 metros que ejercía de portera les echó a patadas entre insultos y salivazos. Pero los escupitajos pronto se convirtieron en sinónimo de su éxito. Algo que atraía a más gente cada día.
La sede de Suicide
Su creciente fama les abrió las puertas de uno de los lugares referentes del underground de la época. El Max’s era cosa seria. Tenía una capacidad mayor de la media y sus carteles recopilaban las bandas más punteras de la escena alternativa. Era un punto de encuentro de alguna de las estrellas del universo Warhol y, en definitiva, el lugar más trendy y auténtico de Nueva York. Suicide encajó como anillo al dedo en el Max’s.
Allí compartieron bolos con Talking Heads, los Cramps o los Fleshtones. No obstante, los colgados que se acercaban a sus shows no soportaban más de quince minutos antes de liarla y marcharse indignados.
La furia que provocaban Suicide era un camino de doble dirección. Comenzaba con una propuesta musical que en los bajos fondos neoyorquinos suponía una ofensa: la ausencia de una guitarra. El desprecio del público crecía con la actitud de Alan que les insultaba y les zurraba con una cadena de moto. La sangre y el descontrol pasaba a ser parte de una nueva era en la ciudad.
Alan Vega convirtiéndose en el punk primigenio, Rev destrozando las teclas de su teclado tangado en la calle, ambos recibiendo puñetazos y escupitajos. Puro Suicide, puro punk. Así eran sus escandalosos directos. Sus primeras canciones en aquellos conciertos iniciales eran piezas disfuncionales de synth pop. Fe de ello da el bootleg The first rehearsal tapes. En estas sesiones grabaron locuras emanadas de un amplificador de guitarra de dos enchufes al cual conectaban una caja de ritmos, un teclado, un micro y la grabadora. Nada sonaba más auténtico ni más sucio. A partir del 75 difuminaron sus incendiarias premisas musicales influenciados por Elvis, el rock, el doo-wap y el R&B. El Elvis oscuro había nacido.
Noches de CBGB
Un buen día un tipo llamado Hilly Crystal le dio por abrir un local dedicado al Country, el Blue Grass y el Blues. No obstante, el CBGB comenzó a resonar en la ciudad gracias a los conciertos de Patty Smith. El bueno de Hilly abandonó su idea inicial para dar cobijo a una camada ruidosa de jóvenes artistas. Aquella caja de cerillas llena de pintadas atrajo a los primeros punks que vivían como podían en el Bowerie, uno de los barrios olvidados por la administración de NYC. Suicide eran dos de ellos.
Se convirtieron en parroquianos disfrutando de conciertos de bandas que luego telonearían como los Ramones o los Cramps. A contracorriente, se hicieron un hueco en la escena y con aquellas bandas que asentaron el punk en América compartieron noches, confidencias y escenario. Los bajos precios de la sala hicieron asequible tocar a Blondie, Television, Patti Smith, Ramones, Talking Heads y el suficiente talento juvenil como para que toda la ciudad girase hacia aquella caverna donde latía un nuevo ritmo.
Uno de sus más famosos vecinos era el escritor William Burroughs que disfrutaba enormemente allí. Aquel apestoso lugar impregnado con olor a mierda del perro de Hilly que se cagaba por todas partes compitiendo en crapulencia con los meaos y las potas del público de un bar sin retrete parecía sacado de uno de sus libros. Allí, Suicide encajaba y no encajaba. Después de algún que otro concierto convertido en un caos incontrolable, Hilly y los Suicide tuvieron sus más y sus menos y estuvieron por un tiempo vetados de su escenario.
Pero siempre tenían el Max’s, un lugar clave en su historia. Rev siempre dice que Max´s era su hogar natural. En 1977, un promotor británico se encontró con el recopilatorio de Max’s donde aparecía su tema Rocket USA y más tarde con el primer álbum de la banda, Suicide.
El disco había sido grabado por el sello Red Star logrando matizar en parte el salvajismo de Suicide. Ellos ya habían suavizado su sonido cuando Rev encontró una caja de ritmos Seagrams por 30$ en una casa de empeño.
Mucho más melódicos sedujeron al promotor inglés Harry Thompson que acudió a uno de sus conciertos en Max’s gracias al chivatazo de un amigo. No lo dudó. Les ofreció una gira por UK teloneando a Elvis Costello.
La gira
Siempre pensamos que era un sueño hecho realidad, una forma de reconocimiento que solo conseguían las grandes estrellas, pensaba Alan Vega antes de embarcarse en aquel caluroso verano del 78 en el Reino Unido. Nada más lejos de la realidad.
El punk europeo, más aún el británico, estaba muy politizado y giraba en torno a la guitarra. Alan y Rev, por el contrario, promulgaban un individualismo y una artificialidad que no sería comprendida hasta mucho después. Suicide se iba a embarcar sin saberlo en una ratonera de odio azuzada por la crisis y el desencanto de aquellos años locos. Un choque de trenes que no tardaría en descarrilar.
La primera noche en Europa fue en el Festival de Metz, donde ya tuvieron una primera escaramuza con su público europeo, nada comparado con lo sucedido en su concierto de Edimburgo. Un 31 de julio del 78 unos colocados escoceses alucinaban con aquellos ruidos que les recordaban a melodías de series y pelis de serie B de los 50. Su estética, la cadena al hombro de Alan y su provocativa actitud desencadenó en una masa de insultos, puñetazos y silbidos que duró hasta que apareció Elvis Costello.
En Julio se unieron a la gira On Parole de los Clash. Alan apareció en el escenario con una chaqueta brillante en el primer concierto de su nueva gira. Al silencio le siguieron los insultos. ante los cuales Alan Vega respondió: Nunca te bebas el pis de un tipo de Glasgow. Los minutos siguientes transcurrieron entre el vuelo de sillas, conatos de agresión y el lanzamiento de un hacha que voló en dirección al escenario y que milagrosamente no impactó en el cráneo de nadie.
Mientras, Suicide seguía a lo suyo. Alan, fuera de sí, se divertía provocando un caos con frases provocadores y auto-lesiones lacerantes. Los Clash tuvieron que aparecer para calmar los ánimos con éxito. A pesar de ello, Joe Strummer fue arrestado después del concierto.
La batalla
Aquello fue apenas un calentamiento para la batalla de Aberdeen. 800 personas esperaban en el Kinema Ballroom alrededor de un escenario que se encontraba a la misma altura que el público. En torno a ellos se encontraba el cineasta Jack Hazan que usaría el material para su película Rude Boy y un equipo de la televisión escocesa ITV.
El show sería emitido en directo a todo el país. Lo que ellos no sabían era que la emisión se iba a cortar por el lanzamiento masivo de botellas y la llegada de decenas de ambulancias para atender a los heridos por múltiples cortes y lesiones. Pero el concierto por el que pasó a la historia este increíble tour se produjo en Bélgica unas semanas antes del inicio de su gira con los Clash. Sucedió en Bruselas.
Por alguna razón aquella noche la reacción del público fue aún más violenta ante aquel sonido, aquellas provocaciones de Alan y aquella ira contenida. A los habituales escupitajos e insultos se unió un gracioso que le quitó el micro a Vega cuando apenas entonaban la primera canción. Alan Vega reaccionó a las vaciladas del público llamándole Elvis con las siguientes palabras que no hicieron más que enaltecer los ánimos: Solo somos una banda de músicos pobres, como cualquiera de vosotros. Nos gustaría recuperar nuestro micro, sino el show no puede continuar. Por favor, ¡ah que te jodan, tío!
El concierto se retomó con un micro nuevo y Alan interpretando sus temas a capela. En ese momento, se inició un disturbio masivo que fue captado en audio y añadido a su primer disco, que solo contaba con 32 minutos grabados. Las hostias duraron 23 minutos y la intervención policial con gases lacrimógenos dejó a todo el mundo magullado. Los Suicide regresaron después del verano a NYC, y como todo final del verano supuso volver a la rutina.
El inicio del icono
Se refugiaron en esos antros donde podían cerrar las puertas para evitar que sus fieles se escaparan de la violencia desatada en lugares como Max’s, CBGB, Club 37 o Hurrah’s. A pesar de haber causado un gran impacto en UK, el hecho de ser teloneros les relegó de los focos para regresar al fango que tanto les gustaba.
Tras la gira se difuminaron en una escena punk que no les reivindicaba pero que estaba claramente influenciada por ellos. Se encerraron de nuevo a ensayar y a tocar. En el 79 grabaron su single Dream Baby Dream, que no aparecería en ninguno de sus discos por no pasar el corte de la discográfica. El tiempo les quitó la razón a los ejecutivos. Bruce Springsteen la incorporó al repertorio de su gira de 2005 y la grabó tres años después. Otra gran artista como Neneh Cherry también la versionó en 2012.
Durante 1980 lanzaron su segundo álbum, que pasó desapercibido. En Suicide: Alan Vega and Martin Rev se abren a nuevas melodías y producciones más cuidadas sin perder un ápice de su encanto pero habían dejado atrás esa rabia que les había llevado a ser un icono del underground.
En los 80 siguieron publicando discos en directo y nuevo material como su A way of life de 1988 y su Why be blue ya en el 92, aunque ya nunca serían los mismos salvajes psicóticos de los 70.
Alan se refugió en su arte y en su carrera en solitario que cuenta con 11 álbumes, estrenándose en 1981 con Collision Drive. También colaboró durante las siguientes décadas con gente como Ocasek, Ministry’s Al Jorgensen o Lydia Lunch. Rev por su parte se adentró en la electrónica que explotaría en los 80. También ha sido productor de bandas como Raveonettes, que fliparon con su curro en el disco Pretty in Black.
Decir adiós a Alan Vega
En 1992 decidieron darse un respiro de una década que duró hasta la publicación de su disco American Supreme en 2002. Las ventas y la repercusión de este esperado regreso fueron bajas. Lo cual llevó a que sus seguidores solo pudieran disfrutar con cuentagotas de esos Suicide crepusculares.
En 2005 rodaron un documental sobre sus trepidantes vidas donde dejaban claro que no habían cambiado un ápice en su actitud punk ante la vida. Suicide No Compromise fue rodado por David Nobaht. Tres años después se editaron diferentes vinilos y EP´s recopilando la obra de Alan en tributo a su 70 aniversario. Sufrió un ataque al corazón en 2012 pero vivió lo suficiente para terminar su álbum póstumo, It, que vería la luz en 2017.
Se fue, tranquilo por primera vez en su vida, seguro de haber vivido una vida digna de contar. Murió mientras dormía y con él se iba una parte del NYC que nadie quiso contar. Solía decir: Nunca me retiraré, está en mi sangre. Moriré bailando. Moriré justo en el escenario.
A pesar de que los focos les fueron esquivos, su música iluminó a decenas de bandas y fue pionera en un concepto y en un sonido que alumbraría un futuro basado en el individualismo y la electrónica. La lista de bandas que beben de Suicide incluye a leyendas como Daft Punk, Joy Division, New Order, Nick Cave, Radiohead, Depeche Mode, Soft Cell, Ultavox, Massive Attack, Aphex Twin, Dead Kennedys o Radiohead.
Una banda casi olvidada que merece reivindicarse por todas esas canciones llenas de rabia descontrolada y desencanto que tan bien resumen la rebeldía. En una era como la presente, Suicide sigue siendo un referente de la cultura contestataria de barrio que se enfrenta a duras realidades y prejuicios. Está claro. Los auténticos punks nunca mueren.
+ Música en Urban Moon
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