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Tim Buckley, la Voz que Hechizaba a las Sirenas

Tim Buckley, la Voz que Hechizaba a las Sirenas

De corta vida y una de las carreras musicales más prolíficas –9 discos en menos de 8 años–, Tim Buckley acabó convertido en un artista de culto cuyo mito se vio afianzado por la fama de su hijo Jeff. Comenzó abrazando el folk para acabar hechizado por Miles Davis, dando rienda suelta a una voz prodigiosa con la que nunca dejó de experimentar. Afirmaría de sí mismo: Soy demasiado extraño para la clase media blanca, pero estoy contento porque consigo crear. Siguiendo esta máxima, rechazaría el éxito fácil para adentrarse en los territorios del avant-garde, rompiendo los esquemas de un público que seguía viéndolo como el nuevo Dylan.

Era de prever el derrotero que acabaría tomando la vida de Timothy Charles Buckley III.

Nace en Washington D.C. tras la II Guerra Mundial, y ya en sus primeros años de infancia, crece rodeado de los vinilos que sus padres y abuela escuchan con regularidad. Por la aguja del tocadiscos suenan las hipnóticas voces de Bessie Smith, Hank Williams, Frank Sinatra y Billie Holiday, causando un gran impacto en el pequeño.

Pero lejos de gozar de una niñez sin incidentes, Tim sufre a menudo las palizas de su padre, un ex-combatiente irlandés cuyo carácter se vuelve aún más violento debido a una herida sufrida en el cráneo durante la guerra, hecho que influirá en su personalidad inestable y depresiva.

Tras mudarse con la familia al sur de California, el joven Buckley se inicia con el banjo de forma autodidacta. Estamos a comienzos de los sesenta y el folk se encuentra en pleno apogeo, con Dylan y Báez a la cabeza.

Durante los años de adolescencia, Buckley pierde interés en las clases y el deporte, centrándose cada vez más en la música. Es entonces cuando conoce al poeta Larry Beckett, a quién le unirá un profundo vínculo profesional. Juntos, forman la banda The Bohemians, al tiempo que Tim empieza a patearse los clubes y cafés de la Costa Oeste guitarra en mano.

Su modesta popularidad crece en paralelo a la relación mantenida con su novia del instituto Mary Guibert con quien contrae matrimonio, dejándola embarazada poco después.

Pero la paternidad y la música se le antojan caminos opuestos y se acaba decantando por esta última, sin llegar a presenciar el nacimiento de su hijo Jeff. En ese momento, Tim cuenta con 19 años de edad y su carrera está a punto de despegar gracias al impulso de Herb Cohen quien, viéndole potencial, se convierte en su manager y le introduce en la escena folk neoyorquina.

Tim, Paul Morrisey, Janis & Andy Warhol.

Dejando atrás a Mary y al niño que aún no ha conocido, Tim cruza el país en busca de nuevas oportunidades y, aconsejado por Cohen, le manda una demo a uno de los jefazos de la industria musical: Jac Holzman.

El dueño de Elektra Records ve en el joven de mirada melancólica a una futura estrella del folk y le ofrece un contrato que se zanja con un apretón de manos.

El álbum debut de Buckley ve la luz en 1966 reuniendo 12 temas co-escritos junto a su amigo de adolescencia Larry Beckett.

Es un periodo donde la influencia de cantautores como Fred Neil y Tim Hardin resulta palpable en las melodías de un primer disco en el que ya despunta (aunque tímida) alguna armonía jazz. A este trabajo le sigue, apenas un año después, Goodbye and Hello, que introduce letras antibelicistas, dando buena cuenta de la destreza vocal de Tim.

En canciones como Pleasant Street o I Never Asked to Be Your Mountain –esta última dedicada a la ex-esposa e hijo abandonados–, el artista se desgañita bien a gusto, dejándonos el corazón latiendo a 100 por hora. La voz de Buckley se hace un hueco a partir de entonces en el Olimpo de las voces más estremecedoras de la historia musical, donde también tendrá cabida su primogénito.

Ese mismo año, Elektra que –como toda compañía que se precie– quiere hacer negocio del reciente fichaje, invierte en publicidad para darle un empujón a las ventas, algo que no parece encajar con el carácter esquivo del compositor.

Tim empieza a combinar apariciones televisivas, tras alguna de las cuales acaba tarifando con el productor de turno por tener que hacer playback o por la incomodidad que le produce hablar de sí mismo. Se acaba así afianzando una actitud que le hará mirar con recelo a los medios de comunicación.

Como es de imaginar, el asunto es delicado y sus reacciones acaban por minar la moral de los directivos de Elektra, quienes no terminan de hacer carrera de Buckley. Para más inri, al artista le da por mostrar públicamente su desprecio hacia Bob Dylan, con quien no paran de compararle y de cuyo estilo se irá distanciando cada vez más.

Llega 1969 con el lanzamiento de Happy Sad, disco que supone un viraje en su carrera y que inicia la búsqueda de nuevos territorios. Se trata de una época de total inmersión en el jazz en la que hace una escucha concienzuda del trabajo de Miles Davis, sellando la ruptura con su inseparable Beckett.

Canciones como Gypsy Woman superan la duración de diez minutos e incorpora el vibráfono a las composiciones, entregándose en ciertos momentos a la improvisación. A pesar del cambio de registro, Happy Sad se convierte en el álbum con mejores resultados comerciales en la trayectoria de Buckley, justo antes de adentrarse en el terreno del avant-garde.

No obstante, en Elektra no están del todo satisfechos y comienzan a hartarse de los desvaríos del compositor, quien parece más interesado en mantener su integridad artística y no tanto en doblegarse a las exigencias de la compañía.

Con la grabación de Lorca, Buckley pone punto y final al contrato con Elektra y se pasa por el forro cualquier expectativa, rindiendo un particular homenaje al poeta granadino.

Además, fruto de una prolífica producción y limitado por las restricciones de su anterior discográfica, decide grabar en el mismo mes Blue Afternoon con el apoyo de Straight Records, el sello fundado por Frank Zappa.

Es también un periodo en que inicia su relación con el jaco y consolida los escarceos con el alcohol, mientras prepara la que él mismo llegará a considerar su obra maestra. Starsailor se erige como su disco más libre, experimental y vanguardista, poniendo de nuevo a prueba una destreza vocal incuestionable a base de armonías imposibles. Canta (y grita) más desafiante que nunca, con una voz penitente y enloquecida que pone los pelos de punta.

Malibu, December 20, 1968.

Como parte de este trabajo publica Song to the Siren, co-escrito junto a un reconciliado Beckett y que acabará convertido en uno de sus temas más populares y versionados.

A estas alturas, Tim apenas se esfuerza por disimular el desprecio hacia unos fans más interesados en su pasado folk, llegando a encararse con aquellos que, durante los directos, le piden que toque sus antiguas canciones.

Reniega hasta el punto de afirmar que si su música es aceptada por el público se debe a que ésta no es lo suficientemente buena.

Starsailor resulta ser todo un fracaso comercial y surgen en la vida de Buckley algunos problemas financieros. Acostumbrado a un ritmo de producción acelerado, se retira una temporada en que los rumores lo sitúan probando suerte como chófer y taxista, al tiempo que intenta una carrera paralela como actor, guionista y escritor. Todo ello mientras continúa su romántico idilio con las drogas.

Resucita musicalmente un par de años después con Greetings from L.A., un álbum de tintes funk donde se reinventa como chamán erótico, sin renunciar a sus habituales demostraciones de virtuosismo vocal.

Se trata de un trabajo más comercial y adaptado a las radiofórmulas, de no ser por las letras de alto contenido sexual en las que habla sin tapujos de sado-masoquismo, adulterio y otros menesteres no aptos para una audiencia decorosa.

Tras dos discos más accesibles que pasan sin pena ni gloria – Sefronia y Look at the Fool –, Tim parece encontrar de nuevo cierta acogida por parte del público, salvo que en esta ocasión el éxito no parece molestarle.

Sin embargo, durante una noche de borrachera y celebración, golpea encolerizado la puerta de su amigo Richard Keeling en busca de drogas con las que continuar la fiesta.

El primero le arroja, molesto, una bolsa de heroína invitándole a consumir toda la dosis, desafío que Tim acepta encantado esnifando el contenido.

Al rato, Buckley empieza a encontrarse mal y sus amigos le llevan a casa donde su actual mujer, Judy, le acuesta entre grandes temblores. Poco después, al volver para comprobar el estado de su marido, lo encuentra con el rostro azulado y sin pulso.

Fallece así Tim Buckley a la edad de 28 años por sobredosis, dejando atrás un legado musical tan vasto como versátil y fascinante, el cual acabará influyendo en artistas como Rufus Wainwright y Radiohead.

Su hijo Jeff, al que sólo conocería una vez siendo éste un niño, jamás fue invitado al funeral. Es por ello que, transcurrida más de una década, el joven Buckley decide acudir al homenaje póstumo a su padre en Nueva York, evento al que asisten centenares de amigos y profesionales de la industria musical.

Jeff Buckley @ Tim Buckley Tribute

Aquella tarde, en el silencio de la Catedral de St. Ann, comienzan a resonar, salvajes, los acordes de I Never Asked To Be Your Mountain para dar paso a una voz que no parece de este mundo.

La interpretación de Jeff produce una gran conmoción entre los presentes, que quedan suspendidos en una especie de trance. Será éste el inicio de otra leyenda cuya historia merece ser contada en una segunda entrega.

Eterno Tim Buckley

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