Pic&Nic llegó a Madrid en 2017 con una propuesta muy variada y sobre todo, deliciosa. Con una carta accesible y para todos los públicos, nos ha conquistado mucho. Con dos locales en Madrid (otro se encuentra por la zona de Prosperidad, otro núcleo foodie por experimentar) y servicio a domicilio, sus reviews no engañan a nadie: es puro placer comer allí.
Y además, cuando digo la palabra queso literalmente babeo. Podría renunciar a muchas cosas pero al queso no. Me gustan todos, desde el más fuerte al más suave, sin importarme el país.
Por ello, visitar Pic&Nic era una gran oportunidad para dejarme llevar por uno de mis placeres ocultos. En la mitad de la vorágine que es Malasaña, nos encontramos este coqueto local, cuyo neón ya presagia un buen inicio y cuyo claim me llamaba a gritos: get ready for say cheese.
Y aquí nos presentamos, en este local a dos alturas. Algo que me encantó fue la presencia de madera en la decoración, que mezclado con algún toque industrial, invita a quedarse durante un buen rato en este cálido establecimiento. Nos colocaron en una mesa con vistas a la calle, lo que lo hacía aún más especial.
La atención es de lujo, se nota que adoran lo que hacen y nos transmitieron ese amor por su comida y estuvimos estupendamente asesorados.
La carta de Pic&Nic, a juicio
De lo que más nos gustó es que está muy bien definida. En el siglo XXI no entiendo por calidad esos menús de veinte hojas en los que supuestamente saben hacer de todo. Esa concreción siempre lleva a la calidad, asegurado.
Dentro de la variedad que ofrece, nos decantamos por los cheesemosos, o lo que viene a ser provolone empanado mágicamente aderezado con una salsa de tomate casero para pringar. Vamos, un paraíso en la tierra.
Atención, las raciones son contundentes. Las cantidades son extremadamente generosas y aunque soy de buen comer, costó acabar. Por ejemplo, este plato contiene seis sticks de queso pero mucho más grandes que la media habitual para un entrante. De sabor estaba delicioso y fondente. Para equilibrar, pedimos una ensalada señorita pera, que llevaba dos de las cosas que más me gustan en el mundo: aguacate y nueces. Un acierto para aligerar los platos principales.
Los segundos
Y es que esto era un preludio a lo que nos esperaba: como segundos opté por una Juicy Lucy, cuyo secreto está en el centro: una explosión de queso inundará tu paladar. La carne estaba muy jugosa y aunque personalmente me gusta más la angus o sabores más fuertes, reconozco que me ganó. Además, las patatas, aderezadas cómo no con queso, estaban muy buenas, crujientes y en cantidad.
Como segundo también pedimos un Chloe’s, inspirado en el french dip americano. Si hay algo que me gusta en un sandwich es el roast beef además del gruyere, que marida muy bien fundido sobre carne roja. Lo de mojar la carne en su propio caldo es un delirio y estaba muy bien reproducido.
Tras este maratón de comida tuvimos que renunciar a los postres pero como no será nuestra última visita, estamos seguros que esa carrot cake no se nos resiste.
Hay dos detalles que me han gustado también: me encantan las cervezas artesanas (y en carta tienen unas cuantas) pero no puedo beber tanto como quisiera así que pedí agua y me la trajeron en envase de cartón. Me parece muy buena idea que los restaurantes empiecen a prescindir del plástico y a ser parte del movimiento del reciclaje. Y otra cosa que también me gustó mucho es las opciones vegetarianas y que la carta cada cierto tiempo, rote sus platos. No hay nada peor que ir a un sitio porque te encante su cocina pero que esté limitada y sin creatividad durante mucho tiempo.
Nuestra nota final
Su estilo personal, una cocina con sabor y confortable, precios accesibles para la zona y mucho caríño hacen que Pic&Nic sea una opción muy a tener en cuenta en el barrio, sin caer en excentricismos y con amor por la cocina.
Nosotros tenemos claro que volveremos pronto, muy pronto.
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