Los caminos del rock son insospechados. Bien lo sabe Diego Avello conocido como Bull. Este músico asturiano de dos metros, ha viajado por senderos que le han llevado desde un pueblo de Asturias hasta Hollywood, viviendo aventuras insólitas en México o Estados Unidos. Hablamos con él en una brillante noche de Austin, con sabor a Bourbon y rock & roll. Showmoon novela sus palabras inaugurando nuestra sección Night Talks.
Asturias, primera etapa
Mi camino nace en un pequeño pueblo de Asturias llamado Cangas de Narcea. Llegué al mundo entre dos ríos en una tierra nunca conquistada. Eso forjó mi carácter y mi historia. En aquellas montañas pobladas por gente trabajadora y una belleza única nada presagiaba que me iba a enamorar de un estilo de vida tan lejano.

En Cangas no teníamos tiendas de música ni existía Internet. Mi contacto con la música fue limitado hasta los 11 años, cuando mi hermano y yo ganamos en un concurso de disfraces un cassette de Ilegales, Agotados de esperar el fin. Esa cinta me guió a ver la realidad que yo quería moldear. Fue mi despertar rockero.
La primera vez que escuché Long Tall Sally de Little Richard me hechizó. Me enganché al rock and roll. Mis dosis se ampliaron poco a poco con los sonidos de la música de los 50. En aquel momento no tenía ni puta idea de lo que significaba, pero me flipaba el sonido de aquellos tipos, su look, su actitud rebelde.
Me vestía como Eddie Cochran, Gene Vincent o Elvis Presley. Algunos se reían de mi tupé, otros temían las espuelas que llevaba y a otras les gustaba mi estilo. No teníamos ni idea de tocar. ¿Pero a quién cojones le importaba? Éramos rockeros, lo demás caería por su propio peso. Mientras, comprábamos discos a través de la revista Discoplay, la única manera de conseguir el rock americano en Cangas.

Junto conJavier y Emilio, dos amigos del Instituto, formamos los Phantom Sharks sin haber tocado un instrumento. Para paliar nuestra alarmante falta de los mismos decidimos ahorrar nuestras pagas semanales.
El dinero no llegaba así que urdimos un plan para lograr el objetivo sin eternizarnos. Venderíamos bollos de chorizo puerta a puerta. Un año después teníamos suficiente dinero para afrontar la inversión.
Eddie, un amigo músico, nos avaló en la tienda Musical Arévalo de Oviedo y regresamos de la capital asturiana con nuestras nuevas novias envueltas en ilusión, cajas de cartón y una enorme deuda.

Primer ensayo, sonidos de pesadilla. Nos dimos cuenta que el camino del rock ni siquiera había comenzado. Eddie me enseñó un par de acordes. De oídas trataba de pillar las notas de Chuck Berry, apoyando mi guitarra en el armario para crear bóveda y hacerla sonar ante la ausencia de un ampli.
Nos enteramos de la existencia de un guitarrista en el pueblo, Adolfo “Fito”, y le visitamos con nuestra actitud de somos los putos Rolling Stones. En nuestro fuero interno lo éramos. ¿Quién podía decirnos que no éramos los jodidos Stones calzando espuelas y un voluptuoso tupé?
Completamos la banda y nos convertimos en los Dalton Rockers. Como toda buena banda comenzamos a tocar en el garaje. Absortos en los ensayos no fuimos a clase durante meses.
Sin acceso al garaje debido a mi expulsión del instituto, un familiar nos acogió en su bodega listos para dar un concierto privado. Un show de dos horas y media grabadas en vídeo por mi hermano Iván. Al evento vinieron dos tías de la revista Rockabilly Magazine. Nos desmadramos y el harén acabó despertando a mi tío que ante tal desfase solo acertó a decir: ¡Esto es una casa de putas! Nos echó.
El convento del Rock
Cerca de mi casa se encuentra un enorme convento de clausura. Tenían espacio de sobra pues solo alojaba a unas 20 monjas. Se me ocurrió ofrecerles un buen trato por uno de sus locales libres. Al principio todo fue bien ensayando duro con alguna tibia queja de la madre superiora.
Llegó el momento de tocar nuestro primer concierto con público. Actuamos en el bar La Criolla, el hogar de todo adolescente de la zona. Fue todo un hito. El local se petó, había gente incluso afuera de los ventanales. Aún recuerdo el calor con mi camisa de flecos creados por mi madre a base de cortinas. El éxito de aquel directo nos abrió las puertas a otros locales de la zona. Pagamos nuestra deuda en apenas unos meses.
Pero algo insólito iba a cambiar el rumbo de las cosas. Para difundir una campaña en busca de nuevas novicias entre las jóvenes de Cangas, las monjas nos ofrecieron tocar en una misa especial. A pesar del descontento de la banda accedimos por miedo a perder el local de ensayo. La misa no salió como ellas esperaban. Entre el público alucinaban diversos periodistas de cuya presencia no teníamos ni idea.
Al día siguiente, una página en el periódico La Voz de Asturias nos delataba: El Rock del Convento. El titular sentó como un tiro a la desbordada madre superiora. Nosotros mientras tanto atendíamos a la prensa en el local de ensayo en medio de un ataque de risa. A Fito, nuestro guitarrista, se le había salido un huevo de su pantalón corto en plena entrevista con La Nueva España.
El periódico El Comercio fue el siguiente medio en interesarse en nosotros. Su entrevista coincidía con una visita al torno de las monjas, donde nos comunicábamos con ellas sin llegar a verlas. Allí esperaba la Madre Superiora angustiada por las llamadas del obispado y la presión mediática.
Acudimos con el fotógrafo del periódico que tiró una inoportuna foto en plena discusión. La madre superiora lo tuvo claro. Habíamos llegado demasiado lejos. Nos echó y el obispado evitó que el reportaje fuese publicado.

Volvimos a nuestra furgoneta R4 sin asientos traseros. Viajes eternos sentados en sillas de playa para tocar por los alrededores e incluso en Oviedo, Gijón y León, pero aquellas aventuras románticas estaban tocando a su fin. Los miembros de la banda tomaron otros caminos y decidí irme a vivir a Oviedo al cumplir los 19.
Un nuevo rumbo
Estamos en 1995. Dos amables estudiantes británicas estaban muy interesadas en desayunar conmigo en plena madrugada. En El Plaza, un local nocturno ovetense, me encontré con Jorge Martínez, de Ilegales, el tío que había grabado la cinta con la que empezó todo. Dejé de lado a las chicas y me presenté con mi chupa de cuero y mucho entusiasmo. Empezamos a hablar con unos Jack Daniel´s de fondo creando una buena amistad.
Le llamaba de vez en cuando y pasamos alguna noche sin fin. En navidad, Los Dalton ya no eran más que un recuerdo pero nos reunimos para grabar una demo titulada Eres así. Dejé el cassette en el buzón de Jorge.
Al día siguiente me llamó. En la llamada me confesaba que quería dedicarse a producir grupos junto con su hermano Juan en su nuevo estudio y que quería montar uno en torno a mi.

Con Jorge como guitarrista pasamos a ensayar en el local de Ilegales. Cambié mi antiguo amplificador y el equipo que utilizaba con los Dalton por un Pontiac Sunbird del 79 cuyo motor sonaba como una legión de guitarristas.
Mientras, Jorge bautizaba la banda con el nombre de Profetas. Las ganas iniciales se vieron mermadas por un año y medio ensayando sin descanso. Compusimos y grabamos un LP con 12 canciones que nunca llegó a ver la luz.

Un bolo en Madrid resultó ser nuestro canto del cisne. Las cosas llevaban un tiempo sin fluir y todo explotó en la mítica Gruta 77 madrileña. En pleno concierto, Jorge y yo discutimos. Como colofón, él terminó la velada enfrentado con los tipos del sello que habían venido a vernos.
Regresamos a Oviedo en plena guerra civil. Sin pasar por casa recogí mi guitarra del local de ensayo y me fui de la banda. Me sentía vacío. Habían sido dos años y medio muy intensos. Oviedo se me había quedado pequeño y visualicé mi siguiente destino.
Nace Bull y los Búfalos
Llegué a Madrid con mi guitarra, 35.000 pesetas y mi viejo Pontiac del 79. Quedaban atrás noches de copas y rock & roll pero se avecinaban muchas más. Un amigo me había dicho que en El Templo del Gato un famoso garito de Rock, podría conocer músicos.
Allí estaba trabajando de barman Antonio Berdiales Berdi, guitarrista de Kashmir. Nos conocíamos de oídas y entre copas decidimos crear una banda en Madrid. Sobre el mostrador descansaba una revista de National Geographic con un búfalo en la portada atravesando una tormenta de nieve. Afirmaba que no huían de las tormentas y se dirigían directamente hacia ellas para cruzarlas cuanto antes.
Me pareció muy sintomático de mi carácter y del tipo de actitud que buscaba en los músicos. Así nació Bull y los Búfalos, durante la primera hora después de haber llegado a Madrid.
Jorge Martinez decidió regrabar y publicar todos los temas de Profetas con su banda Ilegales en el álbum Si la muerte me mira de frente me pongo de lao. Yo me quedé con un par de canciones para el primer disco de Bull y Los Búfalos ¿Quién dijo miedo?

El dinero no daba mucho de sí. Pagaban entre poco y nada por nuestras actuaciones y Madrid es una ciudad muy selvática que engulle mucho dinero. Vendí enciclopedias, seguros, paquetes vacacionales, coches…
No tuvimos éxito tratando de encontrar discográfica debido a la dificultad de encasillarnos. Es algo muy recurrente en España. Se crean etiquetas con poco margen para la inspiración.
En ese momento, abrí una empresa de viajes de aventura en 4×4. Combinar expediciones al Norte de África y mantener la banda activa se volvió una tarea muy complicada.
Con Rául Bustillo como guitarrista y Jaime Ortueta como Mánager tocamos en varias ciudades españolas y grabamos el segundo álbum Más tiempo que vida, con Miguel A. Varela como co-productor. Quería irme a USA con nuevo material.

El disco fue mezclado por Alberto Sánchez. En Nueva York, Alberto trabajó con Vlado Meller quien masterizó el LP. Vlado había masterizado a Metallica, Kid Rock, Beatles o los Stones.
Welcome to Los Ángeles
Decidí seguir mis sueños hacia Los Ángeles, California. Antes del viaje no había buscado lugares que visitar ni alojamiento. Tampoco tenía ningún contacto en la ciudad.
La gente me decía que el sueño californiano estaba muerto. No hacía caso. Los sueños solo mueren dentro de ti. Mi determinación me llevaría lejos, lo presentía. Aterricé en el Hostal Economy Hollywood, uno de los alojamientos más económicos de Hollywood. Era un antro infernal, pero tenía una estética de película.

Me moví rápido. La vida en LA es totalmente imposible si no tienes coche, así que me hice con un Ford LTD del 77 por 900 dólares relativamente en buen estado. Se lo compré a un armonicista que había soldado su vieja armónica sobre el adorno del capó. A su volante conduje por la autopista de la costa del Pacífico con la montaña a un lado y el océano al otro. En la radio sonaban Creedence Clearwater Revival. Una sonrisa se dibujó en mi rostro. Ése era mi sueño californiano.
Visité templos del rock como el Rainbow, el Viper Room o el Whiskey a Go-Go pero mi visado de turista se terminaba. Cada noche conocía músicos de la vibrante escena angelina. Todos me recomendaban irme a México y hacer currículum. Volver a España no era una opción, así que a falta de unos días de que terminarse mi Visa tomé un vuelo a la Ciudad de México. Cuando sobrevolaba Los Ángeles me decía: Volveré.
México, una parada en el camino
Aterricé en el DF sin banda, con menos dinero y sin ningún contacto. En mi primera noche fui a la Plaza Garibaldi donde tocaban cientos de mariachis rodeados de gente llorando a lágrima viva. Me impactó.
Bebí media botella de tequila en una de sus coloridas cantinas, El Tenampa, haciendo buenas migas con unos parroquianos que me invitaron a probar el verdadero tequila lejos de allí. Mi cabeza se iba despejando a medida que nos internábamos en barriadas peligrosas a bordo de una furgoneta. No sabía a donde íbamos ni en manos de quien estaba.
Cuando regresé al hotel me preguntaron en recepción sobre mi noche. Les respondí que había estado en un barrio llamado Tepito y me aconsejaron comprobar si tenía en regla mi cartera y mis riñones. Sin saberlo había pasado la noche en el barrio más peligroso de México.

México DF es una ciudad llena de contrastes. Es cálida, muy acogedora, musical y adictiva por su intensidad. Es necesario seguir unas normas si quieres disfrutar de la ciudad. No vayas a ciertos lugares, de noche ten cuidado por donde sales, respeta los colores de los mapas que dividen las zonas por su peligrosidad y no confíes en los taxistas.
Disfruté mucho México. En el Centro Español, conocí a Caleb Franco, el bajista de la célebre y enmascarada banda de surf rock Lost Acapulco. La mayoría de los músicos que Caleb me presentaba no estaban al nivel excepto Sergio, que tras una prueba ruinosa me sorprendió en un descanso tocando una sólida guitarra rítmica. Se convirtió en el guitarrista de la banda.
Caleb no podía centrarse plenamente en los Búfalos así que me envío a Leo. ¡Bendito Leo! Conectamos enseguida y decidí que fuese el bajista de la banda.
Sus padres me ofrecieron un cuarto en su casa. La habitación estaba sin amueblar así que las primeras semanas dormí en el suelo, aunque tenía el local de ensayo en el mismo edificio. Leo y su familia se portaron realmente bien conmigo. Allí empezaron mis aventuras por el viejo México. Ensayamos durante cuatro meses al mismo tiempo que gestionábamos las contrataciones y promoción del grupo.

Aventuras mexicanas
Conseguimos que el festival biker La Semana de la Moto de Mazatlán nos contratase para actuar ante 18.000 motoristas. Nos pagaron el billete de avión y aterrizamos en el corazón de Sinaloa. Tras ser escoltados por el ejército y maravillarnos por las ametralladoras del servicio de seguridad todas las bandas fuimos recibidas por el gobernador.
Salí al escenario con una botella de tequila ofrecida a un público que estalló con el gesto. La vibra fue increíble y el show aplastante. Fue una sensación espectacular que repetimos la noche siguiente.
Roberto Collado, armónica de Ilegales y de Los primeros Búfalos en Madrid, decidió sumarse a la aventura mexicana. Era bueno tener alguien de casa cerca.

Poco después, conocí al empresario José Luis Soberón en una fiesta en la que toqué junto a unos mariachis de manera espontánea. Le gustó mi estilo y decidió apoyar mi carrera musical como sponsor.
Conseguimos un gran apoyo mediático y publicamos el disco grabado en Madrid. En ese momento comenzó una gira salvaje donde intercalábamos festivales ante miles de personas con directos en bares de carretera y locales semivacíos.
A menudo teníamos que viajar por rutas secundarias ya que en las principales autopistas se apostan los llamados halcones, tipos encargados de vigilar las rutas controladas por el narco. Cuando otean una furgoneta las saquean por temor a que pertenezca a otro cartel.
México ofrece emociones fuertes. Durante esa gira de dos meses no nos faltaron chicas ni alcohol, demasiado alcohol quizás. Lo que pasa en la carretera, se queda en la carretera.

Conseguimos varios contratos con Harley Davidson y participamos en diversos festivales y eventos de la marca. También tocamos en otros festivales de Rock. En uno de ellos nos encontramos con una situación surrealista. El alcalde de la zona paró el directo solicitando su mordida y hasta que no logró un buen fajo de billetes no pudimos tocar.
Decidimos rodar un vídeo clip para promocionar la canción Quiero en un entorno natural con unas bucólicas vías de tren abandonadas. Cuando ya estábamos terminando un tipo con un machete enorme se acercó a nosotros.
Nos aconsejó que nos fuésemos pues nos habían visto pasar en el pueblo y venían a robarnos. Cargamos a toda prisa el equipo y nos fuimos en la furgoneta a una velocidad endiablada.

Hay muy buena gente en México pero también gente peligrosa. No obstante, sería injusto no recordar los buenos momentos que tengo.
Siempre me atrajo México y su cultura. El día de Muertos es una de las fiestas más fascinantes que he vivido. México ha sido una andadura muy especial, la mitad de mi brazo izquierdo está tatuado con detalles mexicanos.

Dejar atrás amigos y compañeros de armas siempre es la parte más dura. En esta profesión los sacrificios son una constante pero José Luis y yo teníamos claro que debía cruzar la frontera. La cuadratura de mi plan estaba a la vuelta de la esquina.
Al otro lado de la frontera
Mi mejor amigo Gilberto vivía en Austin, y lo vi claro. Hablé con mi sponsor y preparamos el desembarco en el sueño americano. Texas me motivaba mucho. Siempre he sido un enamorado de su cultura y estaba hambriento de Rock.
Mi despedida de México en el Moto Fiesta de León ante 25.000 bikers, récord de asistencia en festivales bikers en Latinoamérica, fue el broche perfecto. No tardé en sentir verdadera pasión por Austin, tras vivir en lugares tan agresivos como Madrid, Los Ángeles o México.

En el Dirty Dog, el C Boy´s, el Continental Club, el White Horse o el Giddy Ups alucinaba con la calidad de las bandas. Austin tiene más shows mensuales que ciudades como Nueva York, Londres o Los Ángeles. Lo primero en lo que me enfoqué fue en lograr la visa de artista, un proceso largo y costoso.
Tuvo que irme del país en dos ocasiones, una a México y la otra a España, antes de finalizar mi visa de turista. Trabajé duro en reunir los requisitos que me pedían y disfruté infinito de la ciudad.
En mi viaje a España dimos dos conciertos con la banda española. Uno en Madrid, donde me reencontré con la precariedad de las salas que ni siquiera nos ofrecían una botella para el backstage. Un contraste con la generosidad y respeto que encontraba en México. El segundo es uno de los que guardo en mi alma.
Las fiestas del Carmen en Cangas del Narcea me aguardaban. Actuamos en el centro del pueblo ante los mismos vecinos a los que había vendido bollos preñados para conseguir mi primera guitarra. Nunca me sentí tan querido en un escenario.

En la cuna del rock
Tras el concierto, mi visa de artista fue aprobada y emprendí mi viaje a USA. A mi llegada a Austin, TX, me fijé en la pantalla de mi asiento; marcaba 5000 millas recorridas. Me inspiró para componer el tema 5000 miles hablando de todo lo que dejaba detrás y el nuevo camino que tomaba mi vida.
Cada día me enfrentaba a los mejores músicos de rock del mundo. En esos momentos es cuando surge la casta asturiana y la determinación necesaria para superar los retos.
Reuní a una serie de músicos extraordinarios y pensaba en grande. En la ciudad hay buena materia prima pero al músico austiniano no le gusta salir de su zona de comfort y repite la misma ruta de locales constantemente. Se vive muy bien y Austin cuida mucho a los músicos por lo que es fácil caer en esa trampa.

Nos contrataron en locales clave de Austin como el legendario Threadgill´s, cuartel general del mítico Armadillo Fest, también en festivales como el Rot Rally o el South By Southwest, el festival de música independiente más grande del mundo que durante dos semanas convierte la ciudad en un escenario. Además, alcancé el pico de mi carrera al tocar en los playoff de la NBA en San Antonio para los Spurs.
He sido el primer cantante de España en lograrlo. Lo vivimos intensamente rodeados de bellas cheerleaders y retransmitido en directo para toda América. Para un chico de pueblo que la Fox emita parte de tu directo para millones de personas es un momento épico.

Nos abrimos camino en Texas tocando en escenarios muy duros para gente muy ruda acostumbrada a bandas como ZZ Top o Lynyrd Skynyrd. Allí no hay espacio para gilipolleces.
Los estímulos musicales me inundaban constantemente, Blues, Country, Gospel, Southern Rock… Estaba sobreexcitado de tanto talento y después de mis primeros conciertos llegó una fase de composición de mi primer disco en inglés, Animal.
Tenía claro que quería llegar al público anglosajón y fue ese crossover bilingüe de Rock en Español y en Inglés el que me diferenció de la competencia. Lo cual derribó muchas puertas.

Ha sido el disco donde más me he involucrado: Desde la creación de las letras en dos idiomas hasta la música. También grabé las guitarras rítmicas, canté y produje el disco junto Rob Hinton en sus estudios Mesa Studios.
Grabamos con un gran elenco de músicos texanos y mi batería Óscar Varela viajó desde España para participar en el disco. En aquellos momentos el proyecto contaba con varios profesionales del medio como Raymond McGlamery, LA Lloyd y Wendy Bonn, una mánager de Chicago. Mi 42 cumpleaños coincidió con la salida del disco y un concierto en la famosa calle sexta en el Dirty Dog Bar.

Aproveché al máximo la formación que la ciudad ofrece. Es imprescindible entender bien el negocio, las finanzas y el mercado musical si te quieres dedicar profesionalmente a la música. La industria musical en Austin mueve millones de dólares y la ciudad presume de ser la Capital del mundo de la música en directo, con una cadena de locales de música en vivo envidiable.
Austin mima mucho a los músicos mediante ayudas al alquiler o seguro médico gratuito, pero no existe una industria musical tan potente como en Los Ángeles, Nashville o Nueva York. Al carecer de esta plataforma, muchos músicos a pesar de su gran talento nunca saltan a divisiones mayores.
El gran salto
Visualicé mi siguiente destino: Los Ángeles. No quería centrarme únicamente en Austin o en Texas. No creo en la repetición, eso te convierte en un McDonald´s.
Hice un viaje de una semana a LA para provocar cara a cara entrevistas y finalmente contacté con una empresa de management que me ofreció un contrato de representación y otro de Publishing. No lo dudé. Firmé ambos contratos y aún me sobró un día para relajarme en el jacuzzi. Lo había logrado.
Para cerrar mi feliz etapa texana organicé un concierto de despedida en la sala Come and Take it live con los Búfalos texanos con los que habíamos logrado sonar como una apisonadora. Grandes amigos y artistas invitados como Danny B Harvey o David Vincent, entre otros, se sumaron al concierto. Fue noche muy especial y emotiva. Nos gastamos toda la entrada en Bourbon.

Dos días después llené de recuerdos mi Chevrolet Tahoe V8 y partí hacia la Costa Oeste. En día y medio recorrí 1400 millas cruzando Texas, Nuevo México, el desierto de Arizona y el estado de California hasta Santa Mónica en LA. Mis comienzos con la agencia de management no fueron nada saludables, constantemente enfrentados en diferentes puntos de vista sobre el rumbo a tomar en esta nueva etapa.
Ante la imposibilidad y la frustración de no llegar a un acuerdo, reaccioné rápido y rompí mi contrato con ellos. Tomé de nuevo el control del proyecto e impuse mi propia estrategia.
A la conquista de Hollywood
Uno de mis sueños siempre ha sido tocar en el Whiskey a Go-Go en Hollywood. Aún recuerdo un póster de los Doors actuando en este templo musical sobre mi cama adolescente. No dudes en seguir tus instintos, soñar en grande y persistir en lo que crees. Con esa actitud me presenté directamente en el Whiskey.
El local está cargado de energía y sus pasillos decorados con imágenes de mitos del local como Frank Zappa, The Doors, Motley Crue o Guns n´Roses. Después de una reunión en sus oficinas me propusieron telonear al teclista de los Guns and Roses, Dizzy Reed un sábado noche. ¡¡Obviamente acepté la invitación!!
Llegar a Sunset Boulevard en Hollywood y ver tu nombre en la marquesina de uno de los locales más emblemáticos de la historia del Rock es sinónimo de victoria. Para lograrlo tuve que derribar muchas puertas. Algunas se abren con sonrisas y otras a hostias. La verdad, soy bastante bueno en las dos cosas.

De Cangas a Hollywood. Mis metas nunca se basaron en hacer fortuna o fama. Yo quería mezclarme con los músicos de aquí, empaparme de esta cultura y vivir del Rock and Roll. Aún queda mucho por luchar, muchas batallas que ganar y muchas que perder.
Ha sido un camino difícil: aprender a escribir canciones en otro idioma, lidiar con las características propias de la profesión, con tus propios demonios y contra toda la burocracia que representa ser inmigrante en otro país. Ha sido un ejercicio de pasión por la música y de honestidad con uno mismo que me ha llevado a situaciones maravillosas y a otras realmente duras.
En definitiva, el rock es para valientes.

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